jueves, enero 13, 2022

Variaciones del Silencio

Por Conrado Alzate Valencia

En septiembre del año anterior, dentro de la colección Libros al aire - Lecturas para viajeros, la Gobernación de Caldas, la Secretaría de Cultura y la Red Departamental de Bibliotecas Públicas, dieron a conocer los siguientes libros: Revelaciones en agua-tierra de Juanamaría Echeverri Escobar, Variaciones del silencio de Anna Bahena, Diálogo en un espejo roto de Luz Katherine Castellano Gil y Si preguntan por mí de Beatriz Zuluaga.

“Libros al aire - Lecturas para viajeros es una colección de autores colombianos que desde las regiones han consolidado sus nombres y sus obras a lo largo del siglo XX y XXI”; y “…que busca acercar a los autores más destacados del Departamento de Caldas a los lectores de los cuatro puntos cardinales”, como reza en la contracarátula de estos impresos. Por este exitoso proyecto que tiene como Asesor Editorial al Poeta Juan Carlos Acevedo Ramos, han pasado entre otros, los siguientes escritores: Octavio Escobar Giraldo, Octavio Hernández Jiménez, Adalberto Agudelo Duque, Fabio Vélez Correa, Eduardo García Aguilar, Jorge Eliécer Zapata Bonilla, Maruja Vieira, Albeiro Valencia Llano, Adriana Villegas Botero, Juan Carlos Acevedo Ramos y quien escribe estas notas.

Ahora hablemos un poco del poemario Variaciones del silencio, cuya autora es la joven Psicóloga y gestora cultural Ana Bahena, quien nació en Riosucio, Caldas, en 1984 y ha participado en algunas ferias del libro, encuentros y festivales de literatura en algunos departamentos. Además, ha dado a conocer su creación en las redes sociales, revistas y antologías del país.

En la obra antes mencionada, Anna Bahena entra al reino del silencio profundo para poder ver otra realidad, otros mundos, para poder decantar su producción poética. Pues el mundo que nosotros conocemos desde niños, está colmado de sonidos. Nosotros estamos hechos de pensamientos, de muchas voces; somos seres de palabras. Ni siquiera en la noche hay sosiego. El gran filósofo antioqueño Estanislao Zuleta, en su profundísimo ensayo “La metamorfosis”, nos recuerda que Franz Kafka, quien era un creador nocturno, en una célebre carta escrita en enero de 1913, expresa: “… nunca puede uno rodearse de bastante silencio cuando escribe, la noche resulta poco nocturna, incluso”.

Y Anna, quizás comprende bien lo dicho por Kafka, cuando preconiza con estos breves renglones su inconformidad con las horas nocturnas: “La noche en su silencio intranquilo / pasa con la violencia / de un río inundando las calles” (Hora infinita. O estos versos: “La noche parece imposible / y el azar es una llave perdida / en el fangoso jardín de las ideas” (Variaciones del silencio).

¿Entonces en donde hallar el silencio total? Esta pregunta la responde el antropólogo, escritor y nagual peruano Carlos Castaneda, en Una realidad aparte, quien aconseja suprimir el diálogo interno, cerrar los ojos y ver con el oído, para así poder parar tanta “habladuría” con uno mismo: “- Antes que nada debes usar tus oídos a fin de quitar a tus ojos parte de la carga. Desde que nacimos hemos estado usando los ojos para juzgar el mundo. Hablamos a los demás, y nos hablamos a nosotros mismos, acerca de lo que vemos. Un guerrero se da cuenta de esto y escucha el mundo; escucha los sonidos del mundo”.

Pero tal vez el silencio absoluto no existe, pues aún en la mudez interior hay una gran ebullición de ruidos. El mismo Castaneda, guiado por su maestro el brujo yaqui Juan Matus, y quien es capaz de suspender el diálogo interno y escuchar los “sonidos del mundo”, cuenta que: “Empecé a escuchar y pude discernir silbidos de pájaro, el viento agitando las hojas, zumbido de insectos”. Castaneda también advierte que en el diálogo interno hay espíritus que pueden ser peligrosos para el hombre.

Y esto también lo percibe la poeta de la ciudad del Ingrumá en su mutismo: “Olas de silencio van golpeando” (Naufragio). O: “Leo las paredes / como si fueran un libro / donde se escriben / los inicios de la libertad / del sueño / y donde solo el silencio / tiene la fuerza / para leer en voz alta” (Habitación). O: “mientras en silencio ves / como tu corazón palpita / tempestuosamente” (La cara opuesta del olvido). O: “el rugido de un beso que me lanza el silencio” (Botella al mar).

Pero no nos detengamos. Continuemos con el recorrido por estas 52 páginas, que pretenden hacer del silencio principio y razón de todo el corpus poético. Y donde: “Algo entorpece el sonido del silencio” (Reloj de arena). Y ese algo no es más que la soledad, las penas, la incertidumbre, el terror que genera el báratro de estos días aciagos, el diálogo con nosotros mismos.

En ese momento, es urgente abandonar la vieja costumbre de habitarnos, salir de nosotros para percibir el exterior, abandonar lo que el existencialismo poético de Alejandra Pizarnik llama: “El horror de habitarme…”. Y lo más oportuno es: “Romper el silencio / esconderse en él / apagar la luz de las palabras / y que todo sea sombra / sin ninguna fuente de luminiscencia” (La huida). O: “A ver si me despierto, / sin sentirme, / sin oírme” (La espera).

Por último, digamos que Anna Bahena, quien confiesa en su ópera prima que: “A veces siento que dentro de mí / habita una sensación de lejanía” (Lejanía), encuentra otra solución salomónica para huir de sus barrotes, de las montañas que no la dejan ver el mar: “Este corazón que busca / la sombra de la vida / donde sentirse a salvo, / donde encontrar el mar / que vibra con el viento / y ese canto febril de las gaviotas” (Variaciones del silencio).

 

Riosucio, Caldas, enero 7 de 2022

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