Por Conrado Alzate Valencia
En septiembre del año anterior,
dentro de la colección Libros al aire - Lecturas para viajeros, la Gobernación
de Caldas, la Secretaría de Cultura y la Red Departamental de Bibliotecas
Públicas, dieron a conocer los siguientes libros: Revelaciones en agua-tierra
de Juanamaría Echeverri Escobar, Variaciones del silencio de Anna Bahena,
Diálogo en un espejo roto de Luz Katherine Castellano Gil y Si preguntan por mí
de Beatriz Zuluaga.
“Libros al aire - Lecturas para
viajeros es una colección de autores colombianos que desde las regiones han
consolidado sus nombres y sus obras a lo largo del siglo XX y XXI”; y “…que
busca acercar a los autores más destacados del Departamento de Caldas a los
lectores de los cuatro puntos cardinales”, como reza en la contracarátula de
estos impresos. Por este exitoso proyecto que tiene como Asesor Editorial al
Poeta Juan Carlos Acevedo Ramos, han pasado entre otros, los siguientes
escritores: Octavio Escobar Giraldo, Octavio Hernández Jiménez, Adalberto
Agudelo Duque, Fabio Vélez Correa, Eduardo García Aguilar, Jorge Eliécer Zapata
Bonilla, Maruja Vieira, Albeiro Valencia Llano, Adriana Villegas Botero, Juan
Carlos Acevedo Ramos y quien escribe estas notas.
Ahora hablemos un poco del
poemario Variaciones del silencio, cuya autora es la joven Psicóloga y gestora
cultural Ana Bahena, quien nació en Riosucio, Caldas, en 1984 y ha participado
en algunas ferias del libro, encuentros y festivales de literatura en algunos
departamentos. Además, ha dado a conocer su creación en las redes sociales,
revistas y antologías del país.
En la obra antes mencionada, Anna
Bahena entra al reino del silencio profundo para poder ver otra realidad, otros
mundos, para poder decantar su producción poética. Pues el mundo que nosotros
conocemos desde niños, está colmado de sonidos. Nosotros estamos hechos de
pensamientos, de muchas voces; somos seres de palabras. Ni siquiera en la noche
hay sosiego. El gran filósofo antioqueño Estanislao Zuleta, en su profundísimo
ensayo “La metamorfosis”, nos recuerda que Franz Kafka, quien era un creador
nocturno, en una célebre carta escrita en enero de 1913, expresa: “… nunca
puede uno rodearse de bastante silencio cuando escribe, la noche resulta poco
nocturna, incluso”.
Y Anna, quizás comprende bien lo
dicho por Kafka, cuando preconiza con estos breves renglones su inconformidad
con las horas nocturnas: “La noche en su silencio intranquilo / pasa con la
violencia / de un río inundando las calles” (Hora infinita. O estos versos: “La
noche parece imposible / y el azar es una llave perdida / en el fangoso jardín
de las ideas” (Variaciones del silencio).
¿Entonces en donde hallar el
silencio total? Esta pregunta la responde el antropólogo, escritor y nagual
peruano Carlos Castaneda, en Una realidad aparte, quien aconseja suprimir el
diálogo interno, cerrar los ojos y ver con el oído, para así poder parar tanta
“habladuría” con uno mismo: “- Antes que nada debes usar tus oídos a fin de
quitar a tus ojos parte de la carga. Desde que nacimos hemos estado usando los
ojos para juzgar el mundo. Hablamos a los demás, y nos hablamos a nosotros
mismos, acerca de lo que vemos. Un guerrero se da cuenta de esto y escucha el
mundo; escucha los sonidos del mundo”.
Pero tal vez el silencio absoluto
no existe, pues aún en la mudez interior hay una gran ebullición de ruidos. El
mismo Castaneda, guiado por su maestro el brujo yaqui Juan Matus, y quien es
capaz de suspender el diálogo interno y escuchar los “sonidos del mundo”,
cuenta que: “Empecé a escuchar y pude discernir silbidos de pájaro, el viento
agitando las hojas, zumbido de insectos”. Castaneda también advierte que en el
diálogo interno hay espíritus que pueden ser peligrosos para el hombre.
Y esto también lo percibe la
poeta de la ciudad del Ingrumá en su mutismo: “Olas de silencio van golpeando”
(Naufragio). O: “Leo las paredes / como si fueran un libro / donde se escriben
/ los inicios de la libertad / del sueño / y donde solo el silencio / tiene la
fuerza / para leer en voz alta” (Habitación). O: “mientras en silencio ves /
como tu corazón palpita / tempestuosamente” (La cara opuesta del olvido). O:
“el rugido de un beso que me lanza el silencio” (Botella al mar).
Pero no nos detengamos.
Continuemos con el recorrido por estas 52 páginas, que pretenden hacer del
silencio principio y razón de todo el corpus poético. Y donde: “Algo entorpece
el sonido del silencio” (Reloj de arena). Y ese algo no es más que la soledad,
las penas, la incertidumbre, el terror que genera el báratro de estos días
aciagos, el diálogo con nosotros mismos.
En ese momento, es urgente
abandonar la vieja costumbre de habitarnos, salir de nosotros para percibir el
exterior, abandonar lo que el existencialismo poético de Alejandra Pizarnik
llama: “El horror de habitarme…”. Y lo más oportuno es: “Romper el silencio / esconderse
en él / apagar la luz de las palabras / y que todo sea sombra / sin ninguna
fuente de luminiscencia” (La huida). O: “A ver si me despierto, / sin sentirme,
/ sin oírme” (La espera).
Por último, digamos que Anna
Bahena, quien confiesa en su ópera prima que: “A veces siento que dentro de mí
/ habita una sensación de lejanía” (Lejanía), encuentra otra solución
salomónica para huir de sus barrotes, de las montañas que no la dejan ver el
mar: “Este corazón que busca / la sombra de la vida / donde sentirse a salvo, /
donde encontrar el mar / que vibra con el viento / y ese canto febril de las
gaviotas” (Variaciones del silencio).
Riosucio, Caldas, enero 7 de 2022