Caen las
horas sobre la piel de mis ojos
y el reflejo
de los años se desvanece
en el espejo
de la inocencia.
El recuerdo
de mi niñez
se asoma por
la puerta de los años
en los que
una vez jugué a encontrarte.
Ya no te
busco,
ya no
conservo en mi cuaderno
la silueta
de tu rostro mirándome
desde lejos en el recreo de la escuela,
señalándome
con tu rojo corazón de tiza
el camino hacía
tu encuentro de tardes
de comitiva
y fiesta.
Te veo y
apenas puedo mencionar tu nombre
y darte de
regalo una caja de colores
con la que
puedas venir y pintar las paredes
con tu
alegría de mariposa azul
el silencio
de los años muertos,
rasgados de cartas
de amor
sobre la
mesa.
Anna Bahena.