martes, diciembre 23, 2008

Botonella


Los ojitos de los botones me observaban silenciosos en la vitrina de la vieja tienda. Miles de ellos asomaban su colorido rostro por las ventanas de una caja de cartón que no era otra diferente a esas que uno se encuentra en cualquier bazar rupestre. Supe en ese instante que tal vez esos pequeños, podían hacer parte de un cuento de hadas y que yo, con mis manos tenía la posibilidad de colocarles alas de palabras y enviarla como se mandan los mensajes en las botellas de vino que vacías, mueren sobre las mesas de invierno. Congeladas y solas, aturdidas y sobrias. Presentía además, que con aquellas letras, creadas con la tinta de todas mis presencias, podía hacer latir un corazón tan fuerte como lo hace un poema encontrado cuando en las oscuras horas de la noche, la soledad acecha. De este modo tomé la decisión de cerrar los ojos frente a la caja de cartón y con mis manos tomar dos botones al azar, como si eligiera un color del arcoiris con la inocencia de un niño que aun no ha tomado la palabra como casa. Metí ambas manos en ese bolsillo de cartón, las yemas de los dedos comenzaban a frotar la textura de un circular momento. En las profundidades de mis pensamientos pude sentir desde la suavidad de todas sus expresiones hasta apreciar el dulce olor de sus colores. Sensaciones de mariposas en el estómago, imágenes de golosinas me hacían sonreír y sentirme placidamente en un bosque de silencio donde la gente que pasa no entiende lo que se puede apreciar más allá de la ignorancia. Esta locura de ver el mundo en nuestros ojos, de construir castillos en el aire de los cuales muy pocos pueden comprender, hicieron que mis dedos como imán que choca en la nevera de la casa se incrustaran en dos relieves de felicidad. Ah! Abrí los ojos y descubrí que el color verde nacía como trébol en la palma de mi mano. Dos botones abstraídos del mundo se habían chocado con la complejidad de las líneas de la vida y a la vez, cobraban vida en la mirada. En la tienda las mujeres me observaban con el silencio del viento, eran búhos de ocaso, de esos que no hablan pero ponen un cuidado imperdonable. Yo por mi parte no tenia represalias, ni siquiera para acordarme que existían ojos puestos sobre mis temblorosas manos, sobre la mirada extraviada en el sueño de esas caras extrañas, pintadas en colores diferentes. Luego de un minuto eterno, regresé de mi locura sentimental. Estaba con el corazón en las piernas, con el aliento extraviado en la sonrisa de los niños, con la boca seca de palabras y la vida en las manos de mis manos. Recordé la historia de las palomas mensajeras, de mi botella al mar. Entonces, decidí comprarlos, llevarlos conmigo, enseñarles a volar. Construir unas alas de palabras, un puente entre cara y cara para que siempre se escuchen cuando se sientan lejos, un acordeón de sueños hilados con el poder de la fantasía que contiene el nacimiento de sus primeros vuelos a mi lado. Así surge la inspiración de una noche de invierno, con pequeños corazones verdes que deseo, cuando se encuentre navegando en las nublosas manos del receptor de ésta pequeña “Botonella” la reciba, la tome en sus cuerpo de olas y de viento para así, ya convertida en una mariposa de piélago le bañe con su vuelo de palabras como si fuese la ola que se mezcla con la arena para producir burbujas, de esas, con las que tejen los sueños que naufragan en esa excéntrica palabra del mar y del amar.
Anna Bahena.

miércoles, diciembre 17, 2008

Tarde De Invierno


Las huellas de la tarde deambulan silenciosas sobre el frío pavimento de este día. Abrigo mi cuerpo con las palabras dejadas en el aire, con la carta quemada de mi último aliento. Le rompo la cara a los relojes. A veces no se distinguir entre al azul que ilumina el cielo o abriga el mar. Mar de cerca que siento en la mirada, cielo lejano que aguarda el alma en las voces de un poema silencioso. Me bebo la tarde en una taza de café, dejo los zapatos en casa de la melancolía y los pies desnudos persiguen las huellas imborrables de tu presencia inédita bajo las misteriosas olas de lluvia en esta tarde de invierno.
Anna Bahena.

sábado, diciembre 13, 2008

Misantropía

Luna llena. En las noticias dijeron que la dama hoy se encuentra más cerca de la tierra, y que su extenso brillo formará arcoiris que adornarán su rostro. Vestida de blanco saltas a la noche y las nubes eclipsadas por tu magnificencia se declaran en estado de éxtasis por tu belleza. Los caminantes nocturnos, los bohemios soñadores, los traficantes de versos se han sentado en los diferentes parques a observarte. Todos te adoran, hombres y mujeres te señalan, te veneran. Iluminas con tu paso los tejados de esta pequeña aldea, llegas desde las montañas, te acercas poco a poco, subes las escaleras del oscuro cielo y cuando menos te espero, cuando menos lo imagino puedo verte danzando sobre mi piel, cruzando con tus rayos mi espina dorsal y todo lo extraño que descubre mi liviano cuerpo. Atraviesas las avenidas de mis ojos, me doy cuenta de lo inmortal que se hace su belleza a los ojos humanos, tiemblo e inhalo el silencio en tres segundos mientras logro sentir cómo el viento se lleva las lágrimas azules que caen por el país de mi rostro. Luego, esas mismas gotas movidas por una fuerza de gravedad impresionante, bajan hacia el corazón y allí se quedan con sus ojitos abiertos palpitando frías y mudas por tan soberana imponencia. Observo mis dedos, arrugas en la piel del índice y pulgar forman las cartografías del invierno que ahora puedo leer como poemas. Te observo aunque me tiembla la mirada y una estrella fugaz desciende sobre tu rostro. Dama Blanca ¿por qué lloras? La Luna se quedó en silencio.

Anna Bahena.

martes, diciembre 09, 2008

Origami

En ese mismo silencio, donde las palabras toman forma de tristeza, tomar un trozo de papel donde se hayan dispersos, garabatos dibujados a cualquier hora de la noche. Con tijeras afiladas por las lágrimas redondas que caen en ese grito sordo por el rostro, hacer un cuadrado que tenga las líneas perfectamente diseñadas y doblarlo a su vez a la mitad, formar un triángulo que contenga en cada una de sus puntas los blancos restos de las últimas sonrisas. Hacer un barco de papel y permitir que las manos doblen con delicadeza cada trozo de tinta que encuentren a su paso. Las manos son las olas del mar que vienen y se llevan a ese barco que navega solo en la marea de la noche bajo ese cielo estrellado. Si quiere, solo si le nace del corazón, escribir en estribor un grito que haga las veces de su voz, con la cual solo se pretende comunicar la mayor de las angustias de un marinero que no se puede observar a simple vista, pero como tal, mantiene las manos colocadas en el timón del corazón para encallar en la isla desierta del único silencio que le habla, una cartografía de su piel que sólo es posible descifrar quitándose su propio corazón, para hacer de él un barco de papel que navega en sus propias historias de lo que soñó ser y solo aquellos garabatos le permitían ser. Arrugarlo, tirarlo por la ventana de la habitación. El viento se llevará dos barcos que harán las veces de ojos para observar la noche y navegar en silencio, con su nostalgia a babor hasta que llegue la hora esperada de morir en un naufragio, en una mirada que como tristeza no tenga lágrimas de sal, sino de mar.
Imagen: Sergio Andreu Atance
Anna Bahena.

lunes, diciembre 08, 2008

Pasos De Invierno

Caminaba en silencio y me di cuenta que le pusieron espinas a nuestro puente de palabras. Verifico mi tiempo, me cuestiona la ausencia de mi sangre y las punzadas son gotas de algodón que suavizan el paso de la tarde.

Anna Bahena.

miércoles, diciembre 03, 2008

Opiniones


Luego de permanecer en silencio, sentada en aquel rincón de la sala levanté la mano. Con la voz temblando, las luces encendidas iluminando mis ojos y los versos descritos en la piel de la mirada me puse en pie, todos observaban expectantes - hablan las horas en el atardecer de sus labios. Mis manos se enredan como flores de un jardín que no deja de crecer en la penúltima sílaba que pronuncia el momento final. Lo que se olvida no se nombra, carece de memorias y de cualquier sonido pronunciable. Yo pienso que la mayor de las ausencias se siente plenamente en el discurso, en las letras desalojadas de todo sentido, en las palabras sueltas que surgen y dependen a la vez, del estado etílico del alma. Una embriaguez de sentimientos, un respiro sordo que alucina esos pasos que nunca han de llegar. Sin embargo, cuando en la hora más inesperada esos pasos te buscan y te abducen de todo lo que piensas, te ajenas del mundo, te das cuenta que existes sí, pero existes para aquellos que entienden los silencios llenos de palabras y yo, sólo soy la dueña de una palabra capicúa que me encierra en un circulo vicioso que mengua a cada instante con el paso de la luna. Esa es la razón- grito- esa es la razón de mi salto tantas veces a la noche, como en ésta en que coloco una estrella que alumbre este mes tan lleno de nostalgias y alegrías, salto al confín de todas mis riveras y extraigo de los espacios revelados por mis confusiones palabras nunca dichas. Poco a poco voy tejiendo sueños de tardes heladas, me dejo llevar por sus bellas manos de hilo gris y sus ojos de lluvia- dije-Nadie entendió.

Anna Bahena.