lunes, junio 02, 2008

El Bohemio Ambulante


Rodaba por las calles sin mirar atras, hasta que al fin, en el día de su propia suerte tomó en manos la brillante copa, en cuyo contenido hallase el placido veneno de la noche. Con tanta fuerza, con tanta nostalgia que no quiso abrir sus ojos, por ultima vez a la transeúnte madrugada. Lloraba. De sus ojos brotaba el manantial de su tristeza y aquel frío que tocaba sus mejillas como la mano del viento, se perdía en su cuerpo de locuras. Era el lapso de la hora irreparable, aquel bohemio soñador de la esperanza delineaba los labios de su amada en la cara oculta de su corazón, aun, con existencia. Así podía sentir que tocaba el pulso de la vida, a la vez que presagiaba la presencia de su rostro. Eones de tristeza han filtrado las líneas de su frente, con la copa en la mano camina y camina, corre sin prisa, transita por las calles de esquina a esquina en busca de un lugar, una colina donde pueda encontrar el eterno abrazo de su cortejada, ese abrazo que le llene de sueños en la bella madrugada. Yo lo conozco, reconozco su forma cuando cierro los ojos de mis cinco sentidos: es un hombre soñador que viste del color de la noche, de mirada ausente y pasos cubiertos de estrellas de mar, construye pentagramas de nostalgia y con su voz los eleva al viento bajo la noche estrellada. Solo esperando un momento en la eternidad la hora señalada, en que al fin, pueda mirarla a los ojos y decirle que es él quién la ha esperado en cada hora de sus días, en cada segundo de sus largas noches.
Anna.

Convergencias


Es transparente el frío de la noche. Los pasos sonámbulos se han hecho roca por las calles. Bien lo leía aquella vez: "para no caer en medio de la calle, esta noche escribiré un poema de piedra" aunque en las calles, una piedra lanzada con el pié, también dejan cicatrices en las puertas. es transparente el frío de la noche cuando una hora en mi universo son cinco minutos en tu mundo. Ahora solo queda, correr, correr, lanzar dardos a la diana dibujada en el creciente Sol, al agujero negro que le abre la boca a la menguante luna. Y así, correr, pero correr sin prisa para lograr observar ese momento en que mi tarde saluda tu noche y nos convierte en el vértigo liso que traspasa la mirada. La absorbe, la devora, la hace un solo gesto, un solo parpadeo.
Anna.