martes, enero 14, 2020

El Hombre y la Muerte


Entonces lo miró. Su mirada profunda parecía perderse en medio de la ausencia. Un halo de sombra y de penumbra rodeaba su cuerpo tirado en medio de la calle de la vida. Estaba solo a punto de tomar la decisión que pondría fin a todas sus tristezas. Hombre que desde el silencio explotaba en llantos de odio y de dolor. Fue entonces cuando en medio de los sueños pudo verla. Una luz le llamaba desde lejos, ondeando su cabello, transmitiendo con voz suave palabras dulces, calmadas y llenas de esperanza. Ella tenía la piel de estrellas y una mirada blanca como la muerte. En su sueño el hombre la observaba danzando, descalza sobre la cima de las nubes. Mientras danzaba, aquel hombre lograba imaginarla serena, ausente como quien hace olvidar lo que para el hombre significaba el deseo de su propia muerte. Comenzó a verla cada noche. Muerte y hombre sentados en el umbral de sus deseos se citaban al cruzar la línea de la media noche. El hombre en vida se sentía nadie, el hombre en sueños junto a la muerte se sentía alguien. Alguien que buscaba a la muerte para hablar con ella asuntos de la vida, como aquel misterio que tiene como fin el nacimiento que es puro y acendrado como el corazón que le ofreció la muerte a aquel hombre que perdido en medio de sus sueños le entregó la vida.

Anna Bahena.


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lunes, enero 13, 2020

Poema sin nombre.



A veces quisiera desaparecer.
Desaparecer de las palabras,
del sentido de la vida,
de las nostalgias y de los recuerdos.
Desaparecer las cartas que escribí
mientras miraba tus ojos dormidos
en el lado izquierdo de mi cama.
Desaparecer del silencio,
del llanto que fue canto
la primera vez que te vi sonreír
mientras iluminabas
las oscuras noches de mi insomnio.
Perderme descalza sin temor a la vida,
trazar caminos imaginarios
por donde huir de esta realidad
que nos azota, que nos llena de ira,
que nos saca esas lágrimas de mar
que inundan nuestros cuerpos.
Desaparecer, 
desaparecer por cuenta propia
y no a causa del olvido en que nos
hemos convertido.
Desaparecer del mapa de mis sueños,
de mis oraciones,
de mis cantos de clamor hacia la vida.
Desaparecer a los ojos de dios
porque a veces él sabe 
que nos deja tirados
a la deriva del tiempo
sin saber si orar, amar, correr o huir.
Pero quiero que sepas
que no quisiera desaparecer por desamor
o por algo parecido.
Quiero desaparecer por cuenta propia
y no que me desparezcan y me encuentren luego
entre huesos sumergidos en flotas
donde navegan otros huesos que no serán los míos.
Yo quiero desaparecer con nombre propio
con la libertad de haberme ido,
ya sea por uno, por dos o por tres días, años, o decenios
y regresar tal vez para contar la historia
de alguien que tomó la decisión de irse,
de tomar por barco al tiempo, 
adentrarse hacia sí mismo,
y en ese huir encontrarse muy adentro de su cuerpo
la tranquilidad de haber sobrevivido.

Anna Bahena.

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